Pronuncie bien los nombres de sus estudiantes y rinda honor a su herencia
Your Name is a Song (Tu nombre es una canción) es un libro infantil escrito por Jamilah Thompkins-Bigelow e ilustrado por Luisa Uribe. Se trata de una niña llamada Kora que se siente frustrada después de su primer día de clases porque la maestra y los compañeros pronuncian mal su nombre. La niña le dice a su madre que no quiere volver nunca más a la escuela. Mientras atraviesan la ciudad de camino a casa, la madre le enseña a Kora que hay música en la pronunciación de los nombres africanos, asiáticos, afroestadounidenses, latinos y del Medio Oriente. Este es el libro ideal para ayudar a los jóvenes estudiantes a hablar de sus identidades y a celebrarlas a través de sus nombres. Desafortunadamente, después de enseñar en los Estados Unidos durante 15 años, puedo decir que la historia de esta niña es común en las escuelas de todo el país.
Los nombres son identificadores. Son extensiones de lo que somos. Están ligados a nuestras culturas, herencias, espiritualidades e historias familiares. Nuestros nombres son parte de nuestras identidades. Para un estudiante, escuchar su nombre bien pronunciado es una reafirmación de su identidad y una celebración de quién es. En cambio, la mala pronunciación de su nombre tiene el efecto contrario. Es el tipo de microagresión que a menudo se pasa por alto, pero que llega a lo más profundo del corazón de los niños porque es un mensaje que va directo a su identidad.
Aunque la mayoría de las veces la mala pronunciación de los nombres no es malintencionada, solo el hecho de hacerlo a veces transmite un mensaje arraigado en la intolerancia. Como dice el poema Unforgettable* (Inolvidable) de Pages Matam, Elizabeth Acevedo y G. Yamazawa, se comunica que los estudiantes son: “Extranjeros. Empobrecidos. Ilegales. Lo que oyen es: ‘¡Vuelve al lugar de donde viniste!’”.
Vea una interpretación del poema a continuación.
Asimilación
No hace mucho, publiqué en Twitter el poema de Warsan Shire, Give Your Daughters Difficult Names (Ponle nombres difíciles a tus hijas), con el infortunado resultado de que varias personas, incluidos algunos inmigrantes (buscar “opresión internalizada” en Google), argumentaron lo contrario respecto de los nombres. Sus explicaciones estaban a favor de la asimilación para facilitar la vida (en otras palabras, para complacer a la cultura blanca). El problema es que las personas juzgan desde una perspectiva eurocéntrica cuáles nombres son difíciles de pronunciar y cuáles son más fáciles.
Actualmente soy maestra de español, pero durante años enseñé a nuevos hablantes del inglés. Como latina, me dolía escuchar a los otros maestros chapucear los nombres de mis alumnos todo el tiempo, hasta el punto de que un nombre fuera ininteligible para los niños. Debido a la mala pronunciación, muchos padres inmigrantes deciden ponerles a sus hijos nombres anglosajones, que son más fáciles de decir en los EE. UU. Nuevamente me vienen a la mente las palabras del poema Unforgettable* (Inolvidable) de Pages Matam, Elizabeth Acevedo y G. Yamazawa: “Eso es porque el nombre que me pusieron no era para mí. Era para el resto del país”.
Anglicanizar los nombres o poner apodos para facilitar la vida de un maestro devalúa la herencia, lengua materna y cultura de sus estudiantes. Asimismo, promueve la asimilación y les comunica a los alumnos desde muy pronto que, como sus nombres son “difíciles”, ellos y su herencia también deben ser difíciles de apreciar.
Como educador que usted es, le reto a que se pregunte:
¿Por qué un nombre indígena, árabe, hispano, chino o nigeriano es más difícil de pronunciar que Dostoievski o Eisenhower?
Le invito a reflexionar sobre esta incomodidad y sobre la forma en que a usted le han adoctrinado para que fomente en el aula la cultura dominante. ¿Cuáles son los nombres o apellidos no anglosajones que a usted le han enseñado a valorar y respetar? ¿Cuáles no? ¿Por qué?
Me encanta lo que la madre de la actriz Uzo Aduba* le dijo cuando ella quiso cambiarse el nombre porque la gente siempre lo pronunciaba mal: “Si pueden aprender a decir Chaikovski, Michelangelo y Dostoievski, pueden aprender a decir Uzoamaka”. Aduba dio un excelente consejo a todas las niñas que escuchaban su charla patrocinada por la revista Glamour: “No borres nunca esos identificadores que llevas dentro. [Tu nombre] es tuyo, te fue dado al nacer y es para que te adueñes de él”.
Cómo hacer mejor las cosas
Busque información que pueda ayudarle a honrar los nombres de sus estudiantes. Teaching Tolerance tiene un fantástico plan de aprendizaje llamado What’s in a Name* (Qué hay en un nombre). La campaña My Name, My Identity* (Mi nombre, mi identidad) promovida por esa organización ofrece más información sobre los efectos sociales, psicológicos y educativos de pronunciar correctamente los nombres de los alumnos, y usted hasta se puede comprometer a hacerlo mediante una promesa.
La mejor manera de pronunciar bien los nombres de sus alumnos es preguntarles a ellos directamente. Lo que yo hago con mis jóvenes estudiantes es preguntarles: “¿Cómo te dicen en casa?”. Cuando usted se muestra vulnerable y admite que podría necesitar ayuda porque ha decidido honrar el nombre de su estudiante tratando de pronunciarlo bien, se genera un momento de humanización entre ambos. Usted crea una compenetración, un puente de entendimiento con su alumno. Usted también modela las acciones de una persona que está en constante aprendizaje; alguien que no teme reconocer que no lo sabe todo, que puede cometer errores pero que, no obstante, hará lo mejor que pueda.
Para los estudiantes, el impacto de percibir la identidad propia a través de los ojos del maestro es lo que realmente importa. Si usted tiene muchos nombres que aprender, puede añadir notas fonéticas al lado de ellos en el listado de la clase. Esa estrategia me ha ayudado en el pasado.
Cuando aprendemos las cosas, las hacemos mejor. Piénselo: para algunos estudiantes, usted podría ser la única persona en la escuela que intenta honrar sus nombres. Al modelar la pronunciación correcta, usted también motiva al resto de la clase (y quizá al resto de la escuela) a honrar y celebrar esos nombres.
Como dijo Audre Lorde, “No son nuestras diferencias las que nos dividen. Es nuestra incapacidad de reconocer, aceptar y celebrar esas diferencias”.
¿Cómo va a celebrar las diferencias de sus estudiantes hoy? Puede comenzar honrando y celebrando sus nombres.
*Recurso disponible solo en inglés.