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Hay más razones que nunca para que los padres aprendamos a lidiar con el trauma

A woman holds a child tightly.
Una madre abraza a su hija.
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Esta historia fue publicada en inglés el 12 de enero de 2021.

Muchos podemos coincidir en que 2020 fue un año como ningún otro. La COVID-19 se propagó por las comunidades y las escuelas cerraron. La gente perdió trabajos y seres queridos. Los cuidadores tuvieron que lidiar con el teletrabajo mientras se mantenían al día con las rutinas, la escuela virtual y con hacer la vida lo más normal posible para los niños. Al no tener quién cuidara a los niños, algunas familias de dos ingresos tomaron la difícil decisión de sobrevivir con uno solo. Al mismo tiempo, los padres y madres solteros que perdieron el trabajo durante la pandemia tuvieron que batallar con los beneficios de desempleo y la falta de apoyo del gobierno. A medida que la pandemia continúa, las familias enfrentan adversidades relacionadas con el aislamiento, las dificultades económicas y las necesidades básicas insatisfechas.*

Las abrumadoras cantidades de estrés en torno a las finanzas, la atención médica y la incertidumbre sobre el futuro tendrán efectos traumáticos y duraderos en el bienestar emocional de adultos y niños. Hay muchos tipos de trauma que un individuo puede experimentar. El trauma infantil ocurre cuando el niño presencia o experimenta un evento que, a sus ojos, podría amenazar su propia vida y bienestar o los de alguien cercano. Esto puede abrumar la capacidad del niño para sobrellevar la situación y causar sentimientos de miedo o desesperanza.

El impacto del trauma es de gran alcance. Los resultados pueden incluir, entre otros, la incapacidad de encontrar buen humor y alegría en las cosas que una vez nos trajeron felicidad, enojo, problemas para dormir e inquietud, pesadillas, agotamiento, miedo, disminución de la creatividad, soledad, ansiedad y mayor susceptibilidad a las enfermedades.

Al entrar en 2021, podemos apoyar a los niños aprendiendo a ser padres desde una perspectiva informada sobre el trauma. Cuando los padres de familia se informan sobre el trauma,* reconocen el impacto que este tiene en los niños y reaccionan de maneras que no lo perpetúan. Más bien, se enfocan en el amor, la unión, la sanación y la liberación. Estas son algunas formas de llevar este enfoque a su hogar:

Cree experiencias alegres

"Tener una buena red de apoyo constituye la protección más poderosa contra el trauma, según demuestran muchos estudios. La seguridad y el terror son incompatibles”, dice el Dr. Bessel Van Der Kolk en su libro The Body Keeps Score* (El cuerpo lleva la cuenta). Si queremos que los niños se sientan seguros, debemos crear recuerdos amorosos y alegres con ellos. Ahora sabemos que estar en sintonía con quienes nos rodean puede ayudar a mantener las conexiones entre nuestros circuitos cerebrales. Conectar con los demás ayuda a la recuperación del trauma.

  • Esté presente en el día a día de su hijo cuando pueda. En los tiempos actuales, es importante enfatizar la calidad más que la cantidad. Tómese el tiempo para jugar el juego favorito de su niño. Aprenda el lenguaje de amor* del niño. Coman el postre antes de la cena. Construyan un fuerte en la cocina. Bailen su canción favorita. Enséñele a su niño una nueva habilidad. ¡Ríanse! Acurrúquense. Vean su película favorita. Lo que los niños anhelan son las cosas simples y nuestra completa atención.
  • Interiorice lo positivo. Aunque nuestros cerebros son como Velcro para las experiencias negativas,* podemos aprovechar la plasticidad para que nuestras conexiones cerebrales se enfoquen en lo bueno. Al final de cada día, tómese un momento para hablar sobre las experiencias positivas que le sucedieron a su niño. ¿Brillaba el sol? ¿Diste un agradable paseo afuera? ¿La pasaste bien con una mascota? Anime a su niño a interiorizar la experiencia pensando en ella durante unos segundos y prestando atención a cualquier cambio en su cuerpo, como calidez, sentimientos de cariño o felicidad. ¡Repita tantas veces como desee!

Empodere con la toma de decisiones compartida

Cuando sentimos que hay tantas cosas fuera de nuestro control, es importante ofrecer a los niños oportunidades para tomar decisiones sobre las cosas que les importan. No se complique e involucre activamente a los niños para que tomen pequeñas decisiones:

  • Qué ponerse por la mañana.
  • Elegir un juego para jugar juntos.
  • Películas para ver antes de acostarse.
  • Proyectos de arte.
  • Elegir las tareas domésticas, como barrer, alimentar a las mascotas, limpiar la mesa, organizar los estantes y limpiar las áreas de aprendizaje.
  • Ayudar a preparar la cena y a limpiar después.

Practiquen el autocontrol

La capacidad de controlar nuestras emociones es fundamental para el bienestar emocional. Cuando nos autocontrolamos, manejamos nuestras emociones, comportamiento y movimiento corporal, incluso durante los momentos más difíciles. El autocontrol incluye notar los cambios en nuestro entorno, ver cómo nos sentimos, percibir la información sensorial (vista, olfato, oído, gusto y tacto) y concentrarnos en lo que estamos haciendo. Pero ¿sabía que cuando un niño pasa mucho tiempo con un cuidador que no puede controlar sus emociones (con disregulación emocional), las neuronas en el cerebro del niño reflejan las de su cuidador?

Según el Dr. Gerard Costa, director fundador del Center for Autism and Early Childhood Mental Health (Centro para el Autismo y la Salud Mental en la Primera Infancia) de la Universidad Estatal de Montclair en Nueva Jersey, “el cerebro es un órgano social, construido en conjunto con otras personas”. Podemos ayudar a los niños a sobrellevar el estrés de manera saludable dándoles el ejemplo de cómo se ve, suena y se siente tener autocontrol,* incluso en momentos de estrés e incertidumbre extremos. Estos son algunos consejos:

  • Reconozca los miedos de los niños y mantenga la calma. Cuando mi hija de cuatro años está molesta y ansiosa, es muy fácil para mí ofuscarme con sus emociones y perder el control al igual que ella. En lugar de ignorar lo que está sucediendo, reconozca los miedos de su niño diciéndole cosas como: “Veo que está llorando. ¿Quieres hablar sobre eso?” o “Veo que estás molesto porque tu cara se ve triste y te escondes en la esquina. Estoy aquí y no te dejaré. Puedes tener tu espacio o puedes venir aquí para darte un abrazo. ¿Qué necesita tu cuerpo?”. Recuerde que cada niño es diferente y maneja las grandes emociones de diversas maneras.
  • Enseñe métodos calmantes. Las respiraciones profundas desde la barriga y los frascos calmantes* son un par de métodos que funcionan en nuestro hogar. Cuando respiramos profundamente, podemos recalibrar nuestro sistema nervioso autónomo y controlar las sensaciones de nuestro cuerpo. La respiración puede comunicarse con el tronco encefálico y decirnos que estamos bien, que estamos a salvo, incluso cuando nuestras palabras no pueden. Dedique cinco minutos diarios a un momento de silencio, durante el cual se apagan las luces y los aparatos tecnológicos, para acostarse en el suelo o sentarse en una posición cómoda. Anime a su niño a concentrarse en su respiración y a tratar de que sus pensamientos se vayan flotando, como si fueran nubes en el cielo. Luego, conversen sobre las sensaciones y emociones corporales. Podemos dar ejemplos de respiración profunda, incluso si ellos aún no pueden participar, para que puedan recurrir a ella durante futuros momentos difíciles. Ayude a su niño a poner en palabras las sensaciones corporales cuando se sienta enojado, feliz, triste, tímido o avergonzado. Reitere que reconocer las emociones difíciles y hablar sobre ellas es sano y puede conducir a una mejor comprensión de uno mismo.

Pase de la búsqueda de atención a la búsqueda de conexión

Uno de los regalos más poderosos que he recibido como madre es aprender a cambiarla creencia dañina sobre el comportamiento del niño como una forma de buscar atención* que aprendí como estudiante universitaria en mis clases de psicología, y más bien enfocarme en la importancia de sentir curiosidad por las conductas de nuestros niños y redefinirlas como una búsqueda de conexión.

  • Reflexionar en lugar de reaccionar. Cuando mi hija está abrumada,agotada o triste, a menudo entra en colapso total. Su pequeño cuerpo se tira contra el suelo y sus piernas comienzan a agitarse. “¿ Estás enojada conmigo?”, grita mientras su cuerpo tiembla. Con el tiempo, he aprendido a analizar qué sucedió justo antes de que ocurriera el colapso. ¿Desayunó lo suficiente? ¿Estaba planeando un cumpleaños imaginario muy especial para su animal de peluche favorito y yo no pude asistir? ¿Intentó llamar a sus abuelos por FaceTime y nadie respondió? Cuando tomo un momento para respirar profundamente y tomar un sorbo de agua, puedo controlarme lo suficiente como para reflexionar. La sabiduría siempre reside en la reflexión, nunca en las reacciones de nuestro cerebro reptiliano.*
  • Sigan adelante juntos. Después de reflexionar, puedo seguir adelante ofreciéndole a mi hija un abrazo, un espacio para que se calme y un poco de ayuda para que cambie su enfoque preguntándole sobre una obra de arte en la que ha estado trabajando. A veces es tan sencillo como darle tiempo para llorar. Las necesidades de su niño se aclararán cuando se tome un momento para hacer una pausa y preguntarse, ¿qué me está diciendo su comportamiento?

Si algo positivo podemos rescatar de 2020, es la meta de con darle prioridad a la salud emocional de nuestros niños. Las técnicas de educación de los niños que tienen en cuenta el trauma pueden ayudar a los cuidadores a vivir vidas más equilibradas y a crear hogares que respeten a cada niño y a su voz.

Recursos de apoyo

*Recurso disponible solo en inglés.