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¿Qué tan importante es la amistad a los 3 y 4 años?

Un adulto y un niño pequeño forman un corazón con sus manos.
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Esta historia es una traducción de una historia que se publicó el 27 de enero de 2021.

Cuando yo tenía 4 años, tenía una compañera de preescolar llamada Sasha Kenton que era mi mejor amiga. Recuerdo claramente cuando jugábamos en su casa. Ella tenía todas las muñecas de Rainbow Brite, incluso a Starlite, el caballo. Recuerdo que fuimos a un museo de arte con nuestras mamás y que jugábamos juntas en la escuela.

También recuerdo otras cosas de esos días de preescolar, como tomar siestas en literas, aprender a preguntar: “¿cuántos minutos faltan para que pueda usar ese juguete?” y a un niño que siempre fue rebelde y cuyo nombre no se me viene a la memoria.

Y sin embargo, por algún motivo, parece que no recuerdo nada de cuando tenía 3 años. Mi hermano nació ese año y a pesar de eso no recuerdo nada.

Mis recuerdos y experiencias son comunes para los niños de esa edad, según los expertos en desarrollo infantil. Existen grandes diferencias entre un niño de 3 años y uno de 4, entre lo que cada niño recordará y cómo son las amistades a esas edades.

“Es una etapa de mucho crecimiento en la que el cerebro del niño de 3 años se está desarrollando muy rápido; los niños están creando muchas conexiones neuronales y practicando habilidades del desarrollo”, dijo Janine Domingues, psicóloga clínica del Child Mind Institute. “También es el momento en que los niños comienzan a ir a la escuela y a estar lejos de sus padres. Por todas esas cosas, se crean muchos recuerdos perdurables”.

La edad también suele marcar una transición entre dos tipos de juego: se pasa del juego paralelo, en que los niños juegan por separado, pero cerca unos de otros, al juego más interactivo, indicó Eileen Kennedy Moore, psicóloga infantil y autora de Growing Friendships: A Kid’s Guide to Making and Keeping Friends (Cómo hacer amigos: guía infantil para hacer amistades y cuidarlas).

“Los niños muy pequeños son capaces de hacer amistades muy encantadoras”, dijo. “Definitivamente tienen preferencias y pueden gustar más de un niño que de otro. Pero sus amistades se basan en cuáles niños están cerca y son accesibles para ellos, y también en si les gusta hacer las mismas cosas que a ellos”.

“A los 3 años, los niños no son muy buenos para imaginar las perspectivas de los demás”, añadió.

“Uno nota la indignación de ‘cómo pudiste poner los bloques de esa manera, así no es como van’”, indicó. “Y no son amigos de fiar. De pronto dicen: ‘Hoy no eres mi amigo’”.

“No obstante, los estudios han demostrado que los niños de 3 y 4 años tienen continuidad en las amistades, es decir, si tienen amistad con alguien, seguirán diciendo que son sus amigos de cuatro a seis meses después”, manifestó.

“Hay ternura. Puede que digan, ‘Me casaré con ella y la amaré para siempre’”, dijo Kennedy Moore. “Si ven a un amigo llorando, tratarán de consolarlo”.

Quizá los niños no tengan recuerdos perdurables de esa época, excepto de uno o dos “amiguitos cercanos y queridos”, pero recordarán la alegría de jugar con sus amigos, según Michelle Borba, psicóloga infantil y autora de Thrivers: The Surprising Reasons Why Some Kids Struggle and Others Shine* (Exitosos: las sorprendentes razones por las que algunos niños tienen dificultades y otros sobresalen).

“A los 3 años, juegan uno al lado del otro y podrían imitarse, es decir, si están pintando con los dedos, se fijan en lo que está haciendo el otro”, dijo. “A esa edad, los padres de familia desempeñan un papel muy importante en la creación de amistades. Los niños eligen amigos que viven cerca: ‘Él vive al lado, mi madre lo trae, así que es mi mejor amigo’. O sea que podemos presentarles diferentes tipos de amigos, de diferentes edades y razas, y eso también es positivo”.

Si bien es posible que los niños no recuerden muchos detalles específicos de esa edad, se acordarán de los sentimientos asociados con sus recuerdos, según el Dr. Resham Batra, pediatra de la clínica Sharp Rees-Stealy San Diego.

“Si en el hogar hay mucha tensión, eso podría afectar al niño. Pero si el hogar es acogedor y solidario, no importa si los niños no pueden hacer nuevos amigos: si interactúan con algunas personas y gozan de un entorno de apoyo, es posible que no sufran consecuencias graves en el futuro”, indicó.

El rápido desarrollo de las relaciones y las amistades que suele ocurrir a esa edad es preocupante para muchos padres de familia durante esta era de la COVID-19. A los padres les preocupa que sus hijos pierdan esas experiencias al no asistir a la escuela o no reunirse a jugar o a tener otras interacciones con otros niños.

“Estar en un entorno de guardería infantil a esa edad es definitivamente importante para las habilidades de socialización porque es cuando los niños aprenden sobre la cooperación, la comunicación y el manejo de conflictos entre compañeros”, añadió.

Si bien podría ser difícil proteger a los niños pequeños de la tensión durante la pandemia, Batra dijo que hablar con ellos sobre sus emociones puede ser de gran ayuda.

“Es importante tener esas conversaciones para transformarlo en una emoción positiva. Se les puede decir que todos están seguros, preguntarles cómo se sienten, y cuando ellos hablen de sus sentimientos, decirles que sentirse así es natural”, dijo.

Domingues, del Child Mind Institute, dijo que aunque la falta de ir a la escuela y de las invitaciones a jugar hará que los niños pierdan una parte de esa etapa del desarrollo, “los padres de familia pueden crear oportunidades para desarrollar esas habilidades”.

Por ejemplo, los niños pueden aprender a compartir y lo que significa esperar pacientemente en casa con sus padres.

“Es diferente de las relaciones con adultos, pero aun así se puede crear un espacio para practicar esas habilidades”, dijo. “Además, lo único que se necesita es una invitación a jugar, por lo que, si no es riesgoso para los niños jugar en un patio de recreo con otro niño, pues genial”.
Si jugar al aire libre con otro niño le parece riesgoso, Domingues recomendó tener reuniones virtuales de 5 o 10 minutos entre niños para que puedan mostrarse sus juguetes o conversar sobre sus experiencias.

Kennedy Moore recordó a los padres de familia que incluso si los niños no van a la escuela o se reúnen a jugar con otros, no significa que estén totalmente aislados pues todavía tienen interacciones con sus padres y hermanos. Aproveche esa circunstancia para enseñar a los niños pequeños a turnarse, a esperar su turno y a hacer y responder preguntas.

“A esa edad empieza a aparecer el juego imaginativo y los padres de familia pueden ayudar a los niños con eso porque está justo en el límite de su capacidad cognitiva y es algo realmente difícil y emocionante”, dijo.

Para lograrlo, los padres pueden seguirle la corriente a la imaginación de los niños y enseñarles a tener en cuenta las perspectivas de los demás.

“Para pasar de ‘amar a la persona con la que estás’ a las amistades duraderas, hay que aumentar la capacidad del niño de comprender las perspectivas de los demás”, indicó. “Cuando los padres de familia hablan más sobre los sentimientos que surgen en los libros, las películas y la vida cotidiana, los niños entienden más la perspectiva de otras personas, así que los padres pueden narrar lo que está sucediendo para ayudarles”.

Kennedy Moore lo llamó “apostar por la bondad”. Se podría decir, “Papá está cansado, ¿qué puedes hacer para ayudar a papá?”.

También dijo que para enseñar empatía, hay que ayudar a los niños a aprender a calmarse. Por ejemplo, Kennedy Moore citó un estudio en el que los niños jugaban con una muñeca que se desarmaba cuando la tocaban.

“El investigador muestra la muñeca al niño y le dice: ‘Esta es mi muñeca favorita’, y tan pronto como el niño la sostiene, la muñeca se desarma y se rompe”, explicó. “Los niños que se sintieron abrumados por sus propios sentimientos no pudieron ser amables ni empáticos, mientras que los que todavía sentían malestar pero podían mantenerlo dentro de ese rango, tuvieron más probabilidades de reaccionar amablemente al investigador”.

Para enseñarles a calmarse, recomendó usar la técnica “dímelo y dómalo” en la que el padre o la madre describe lo que siente el niño.

“Te sientes (de tal forma) porque (tal cosa)”, dijo Kennedy Moore. “Te sientes frustrado porque querías ir al parque esta tarde”.

“Poner los sentimientos de los niños en palabras tiene su magia”, agregó. “Cuando los padres lo hacen, es como si cargaran con la mitad del peso de esos grandes sentimientos. Todos nos sentimos mejor cuando alguien nos entiende”.

Sin embargo, Batra recalcó que los niños pequeños son resilientes y que con un poco de práctica en casa y una interacción segura con otro niño se les puede ayudar a aminorar lo que están perdiendo debido a la COVID-19.

“Hable con los niños al respecto. Los niños entienden más de lo que creemos, así que si se les explican las cosas, son bastante resilientes. Si tienen un amigo, quizá no les haga falta tener otros cuatro”, dijo.

“Las relaciones a esa edad son trascendentales. No quiero restarle la importancia que tiene, así que deberíamos tratar de facilitar esas interacciones sin dejar de protegerlos de los riesgos”, agregó.