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Huerta urbana ofrece productos frescos y juegos al aire libre para las familias locales

Facilitadores del equipo PodSquad de Alma Backyard Farms trabajan con los niños en el programa Peas in a Pod.
Los facilitadores del equipo PodSquad, vestidos de girasoles, trabajan con Isabella (izquierda) y Allyson (derecha), que van vestidas de mariposas, para ayudar a educar a los niños sobre la polinización en una reciente sesión de Peas in a Pod. | Henry Barajas
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Los carros empiezan a alinearse a lo largo de East Redondo Beach Boulevard el domingo por la mañana. Familias de Compton y de todo Los Ángeles caminan entre hileras de hojas de mostaza y debajo de enredaderas de guisante de olor de dos metros de altura. La canción Earth Angel de The Penguins suena en un parlante conectado a un iPhone.

Las hileras de hojas de mostaza y las enredaderas de guisante de olor crecen en un terreno previamente baldío que era propiedad de la iglesia de San Alberto Magno, en West Rancho Dominguez, una comunidad al oeste de Compton. Hoy en día, el terreno alberga a Alma Backyard Farms, una organización sin fines de lucro fundada por Richard García y Erika Cuellar. La pareja de recién casados convirtió este amplio espacio de 8000 pies cuadrados en un centro de aprendizaje para niños, un recinto para programas de reinserción y un huerto urbano con 64 bancales elevados, árboles de plátano y más de 30 hileras de cultivo.

Cada domingo de por medio, Alma Backyard Farms abre un mercadito agrícola que ofrece una variada selección de verduras orgánicas, como acelgas, brócoli, rábanos, coles y betabeles rojos y amarillos cultivados en Alma y otras huertas cercanas. Hay cestas de compra disponibles, como en cualquier mercado.

 alma backyard farms photos, march 2022 -  Clara Youngblood (32) and Olli Personeni (20) working the farmstand register at ALMA Backyard Farms
Clara Youngblood (izquierda) y Olli Personeni (derecha) trabajan en la caja registradora del mercadito de Alma Backyard Farms. | Henry Barajas

Cuellar, cofundadora de Alma Backyard Farms, explica que no es un mercado ordinario.

“La gente no sólo viene a comprar verduras. Vienen a buscar su dosis de comunidad”, dice. “No sólo alimentan su paladar. Se nutren de mucho más”.

El mercadito de verduras empezó durante la pandemia cuando los voluntarios ayudaron al equipo de Alma Backyard Farms a preparar 200 kits de comida con productos orgánicos. Según cuenta García, el otro cofundador de Alma, los miembros de la comunidad esperaban los kits dentro de sus carros en colas que se extendían tres cuartos de milla. Como el condado de Los Ángeles ya flexibilizó las restricciones de las mascarillas, la huerta sustituyó las entregas en la acera por el mercadito.

“Creo que nos ganamos la reputación de ser una buena fuente de alimentos en el momento más crítico de la pandemia”, dice García. “Pero además mantuvimos viva la conexión humana con los kits y conociendo a la gente mientras esperaban en sus carros”.

 alma backyard farms photos, march 2022 - ALMA Backyard Farms offers green onions, radishes, potatoes, broccoli, and carrots.
Los clientes de Alma Backyard Farms compran cebollinos, rábanos, papas, brócoli y zanahorias. | Henry Barajas

Después de las compras, las familias llevan a sus niños a jugar en el césped artificial frente al jardín.

“Estos dos se vuelven locos aquí”, dice Patrick Furlong, mientras ve jugar a sus dos niños. Furlong se enteró de la existencia de la huerta gracias a su trabajo con los estudiantes del Centro para el Servicio y la Acción (Center for Service and Action) de la Universidad Loyola Marymount, así que durante la pandemia inscribió a su hijo Matthew, de 6 años, en la clase de Peas in a Pod que se ofrece ahí.

“Nuestro programa Peas in a Pod se basa en las plantas, el juego y la experiencia que estimula los sentidos. El aprendizaje es una experiencia muy palpable”, dice Cuellar.

Se trata de un programa de índole práctica que se ofrece una vez al mes, donde los niños pueden aprender a cultivar alimentos, cosecharlos, hacer compost y cocinar su propia comida.

“Esperamos inculcar en las mentes de los más jóvenes el verdadero respeto a tener una relación sana con su entorno, con su planeta; un verdadero sentido de la conservación ambiental”, dice García.

El aula al aire libre motiva a los niños a interactuar con insectos, como las mariquitas, y a estudiar su hábitat. Se anima a los alumnos a estudiar la relación entre las personas, las plantas y los insectos. Aunque la experiencia es muy práctica, los facilitadores narran historias a través de la música para hacer que la agricultura sea divertida.

Este domingo en particular, García toca una guitarra acústica y canta con los niños:

¿Cómo crecen las plantas?

¿Cómo crecen las plantas?

Averigüémoslo

Empieza con las semillas

Plántalas en la tierra

Deja que las raíces crezcan

Solo necesitan agua y luz solar

Los niños cantan durante el programa Peas in a Pod de Alma Backyard Farms.
Kids Sing Along During Alma Backyard Farms' Peas in a Pod Program

A medida que avanzan en el curso, los maestros recompensan a los alumnos con Alma Bucks que pueden canjear en el mercadito de la huerta para comprar frutas y verduras. Las clases terminan con una merienda saludable y se anima a los niños a ampliar sus paladares comiendo distintas variedades de alimentos, como las naranjas sanguinas.

Unos 400 niños han pasado por el programa. El objetivo es que 600 jóvenes agricultores urbanos completen el programa para finales de 2022. Actualmente, Peas in a Pod se ofrece una vez al mes para el público en general. Pero los alumnos de la Escuela Primaria St. Albert the Great, con la que la huerta está asociada, interactúan en la huerta dos veces al mes.

Durante la sesión de Peas in a Pod del domingo, Matthew, de 6 años, sostiene un sensor de humedad para plantas, mientras sigue a Cuellar y observa los bancales elevados. Matthew dice que cuando sea grande, quiere trabajar en la huerta para tener su propio walkie-talkie. Su fascinación con la idea aumenta cuando prepara quesadillas con ingredientes frescos de la huerta.

“No tengo buena mano para sembrar”, dice Furlong, su padre. “Él me está contando más sobre las plantas y cómo se cultivan aquí, y ha sido genial aprenderlo de él”.

Richard Garcia, 42, going over the butterfly performance with Allyson & Isabella in the Peas in a Pod Program.
Richard García (izquierda) habla de una presentación de mariposas con Allyson (izquierda) e Isabella (derecha). | Henry Barajas

El amor de García y Cuellar por la agricultura también empezó cuando eran niños. Los padres de Cuellar llegaron a los Estados Unidos desde México en su luna de miel.

“Se criaron en un rancho donde se comía lo que se cultivaba y se hacían trueques con los vecinos”, dice Cuellar. También agrega que su familia “siempre tenía sembrados gladiolos, malvarrosas y otras flores” que hacían que su madre recordara a su abuela. Las flores le daban “un poquito de alegría”.

Los padres de García son de Filipinas. Él dice que su familia paterna tiene mucha experiencia agrícola. Su abuelo trabajó como peón en viñedos de Lodi, California. Del lado de su madre (quien trabajó en la sala de urgencias de Kaiser Permanente), no fue así, pero ella también tuvo una conexión especial con las plantas que inspiró a su hijo de forma inesperada.

“Recuerdo los disturbios del 92. Estaba en sexto grado cuando ocurrieron los disturbios de Rodney King. Ella llegaba a casa y regaba las plantas porque era una de las cosas más terapéuticas que podía hacer”, dice García. “Esos recuerdos se me quedaron grabados. Tal vez eso me ayudó a descubrir que usar las manos, sembrar y remover la tierra ayudan a relajar a las personas”.

 Alma Backyard Farms PodSquad working with kids in the Peas in a Pod program.
El equipo PodSquad de Alma Backyard Farms trabaja con los niños en el programa Peas in a Pod. | Henry Barajas

Raíces profundas en la comunidad

El terreno en el que ahora se encuentra Alma Backyard Farms tenía fines muy diferentes hace años.

“Esta era una tierra que estaba baldía, invadida de topos y con maleza hasta la cadera”, dice García. “Simplemente no se utilizaba”.

Cuellar creció en Watts y jugó al sóftbol en el mismo terreno cuando era alumna de la Escuela Primaria St. Lawrence.

“Siempre perdíamos contra los chicos de la primaria de San Alberto Magno”, recuerda Cuellar. “Cuando volví a visitar este lugar, recordé que solía ser un campo de sóftbol, y surgieron todos mis recuerdos de cuando jugaba aquí”.

El terreno también es especial para Sylvia Torres, residente de Compton, que embolsa rúcula recién cosechada en el mercadito de los domingos. Torres, que ha vivido toda su vida frente a la iglesia, ha sido maestra auxiliar en San Alberto Magno durante los últimos 30 años y voluntaria de Alma Backyard Farms durante dos años.

“Esto ha sido una bendición para nuestra comunidad de Compton. Que yo recuerde, nunca había visto una huerta como ésta”, dice Torres. Recuerda lo que le dijo al sacerdote cuando se estaban construyendo los bancales elevados. “Cuando instalaron los bancales por primera vez, le dije: ‘Oiga, padre, ¿qué hace ahí? ¿Las criptas?’. Parecía que iban a enterrar gente”.

Ahora la tierra es todo lo contrario a un barbecho. Además de ofrecer Peas in a Pod y el mercadito de la huerta, también ofrece oportunidades a las personas anteriormente encarceladas.

El ayudante de Torres es Armando Padrón, un miembro del equipo que estuvo encarcelado y ha sido peón en Alma Backyard Farms desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19.

“Este lugar me ha ayudado mucho”, dice Padrón. “Sigo viniendo por la energía, el espíritu y la gente. En cuanto llegué a Alma, supe que estaba en un lugar especial”.

 alma backyard farms a Black couple stand smiling as they hold vegetables
Los clientes James Single Ton (izquierda) y Lysia Price (derecha) son residentes de Compton desde hace mucho tiempo. Price asistió a la Escuela Primaria San Alberto Magno. | Henry Barajas

En los primeros días de Alma Backyard Farms, Cuellar y García trabajaron con personas anteriormente encarceladas que vivían en hogares de transición, ayudándoles a hacer huertas en sus patios para que empezaran a cultivar sus propios alimentos. Posteriormente, contrataron a personas anteriormente encarceladas y les ofrecieron formación en agricultura urbana, incluidas la preparación de la tierra, la siembra de semillas, la cosecha y la distribución de alimentos.

Briley “Journey” Presely-Williams, que recibió parte de esa formación, compara su vida con lo que ha aprendido sobre el compost. Creció al oeste de Compton y ha entrado y salido de la cárcel desde 2018. El programa de reinserción del que formaba parte la llevó por casualidad a Alma Backyard Farms.

“No son solo cosas que la gente tira, sino que las tomamos y hacemos buen uso de ellas. Les damos un poco de amor, las mezclamos, las revolvemos, hacemos lo que se tiene que hacer y crece la vida”, dice Presely-Williams. “Mi reflexión es que planté muchas semillas malas cuando era joven, y sería estupendo plantar algunas semillas buenas y verlas florecer”.

A medida que la huerta prospera, García y Cuellar planean alquilar un terreno en San Pedro para abrir otra huerta urbana. No son propietarios de ninguna de las tierras que cultivan, pero es una opción que están evaluando cuidadosamente. García recuerda que alguien le aconsejó que no ser propietario podía conferirle cierto poder.

“Creo que el plan a largo plazo para Alma es ser dueños de la tierra”, dice Cuellar. “Pero estoy de acuerdo con Richard en que no poseer la tierra confiere poder. Es el espíritu de la locura. Hay que estar un poco loco para hacer algo como esto”.

Las familias pueden encontrar más información sobre Alma Backyard Farms y el programa Peas in a Pod en el sitio web de la huerta y en Instagram.