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¿Debería dejar que sus niños ganen o hagan trampa?

Niño y padre juegan con una pelota en el parque.
Los deportes son excelentes para que los niños aprendan a ganar y perder. ¡También les ayudan a desarrollar nuevas habilidades! | kali9/Getty Images
Los expertos opinan sobre qué hacer cuando su pequeño comienza a hacer trampa o a manipular las reglas a su favor, e incluso sobre cómo prepararlo para algunas de las pérdidas inevitables de la vida.
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Mi hijo, que tiene casi 4 años, recientemente se hizo muy fanático de los juegos de mesa. Ha jugado todos los clásicos como Clue Jr., Chutes and Ladders y Candy Land, una y otra vez.

Pero poco después de aprender a jugar cada juego, también descubrió cómo cambiar las reglas o hacer trampa para ganar. Por ejemplo, apila el mazo de Candy Land de modo que todas las cartas con dulces queden encima e intenta contar mal para evitar una rampa cuando mueve su pieza.

Cuando no lo dejamos hacer trampa, a veces se enoja mucho. Esto me lleva a una pregunta que muchos padres se hacen: ¿deberíamos dejar que los niños ganen o incluso que hagan trampa?

Todo depende de la edad y madurez de su niño y del tipo de juego que esté jugando, dice Ashley Merryman, coautora de Top Dog: The Science of Winning and Losing (Campeón: la ciencia de ganar y perder) y NurtureShock: New Thinking About Children (NurtureShock: una nueva forma de pensar sobre los niños).

“Creo que los niños menores de 7 años no necesariamente han desarrollado la parte del cerebro que les ayuda a tener perspectiva, a reaccionar ante cómo se siente otra persona y comprenderla”, dice. “Ellos creen que todo el mundo siente lo mismo que ellos, excepto quizás sus padres, a quienes casi ven como mágicos”.

Para los niños más pequeños que juegan juegos que requieren habilidad, ella sugiere alterar las reglas para darles la oportunidad de ganar, pero no dejar que hagan trampa.

“La meta no es predisponer a los niños al fracaso, ¿cierto?”, dice ella. “No tenemos que acomodar las cosas para que ganen ni tampoco para que pierdan. Más bien, tienen que poder hacer algo y sentir que tienen control sobre el resultado”.

Por ejemplo, usted puede otorgarle al niño más pequeño dos puntos por cada punto de un niño mayor, explica, o concederle dos turnos por cada uno que usted tome. Y, añade, los juegos de azar como Candy Land o Chutes and Ladders son geniales porque todos tienen la oportunidad de jugar.

“Lo óptimo es sentir que todos tienen oportunidad de tener éxito”, dice.

No obstante, cuando los niños juegan, inevitablemente querrán comenzar a cambiar las reglas, y Merryman dice que eso está bien.

“Los investigadores de la creatividad dicen que encontrar nuevas direcciones en realidad es una forma de resolución creativa de problemas,” dice. “Y dejar que los niños jueguen de esa forma es interesante. Pero tal vez en lugar de dejar que muevan los postes de la portería durante un juego (lo cual cambiaría las reglas en el acto), lo que podríamos hacer es decir: ‘¿Por qué no ponemos estas reglas por esta vez para no tener que jugar con las mismas reglas de la vez pasada? Podemos poner otras distintas la próxima vez, pero ¿cuáles son las reglas para hoy?’”.

Los juegos y los deportes con reglas establecidas son buenos para el desarrollo de los niños y les dan una sensación de control, dice Sara Dimerman, psicóloga y autora de cinco libros de autoayuda.

“Como padres, pasamos mucho tiempo estableciendo reglas, asegurándonos de que se cumplan y de que se siga la rutina”, dice. “Así que cuando ambas partes pueden disfrutar de la compañía del otro en una actividad que los anima a ser iguales sociales, se produce un cambio bien recibido tanto para los padres como para los niños”.

Ella dice que los juegos y los deportes también ofrecen oportunidades para dar buenos ejemplos.
“También es una oportunidad para que usted modele adecuadamente el juego y la forma apropiada de reaccionar cuando no llega de primero o no lo hace tan bien como otras veces”, dice ella.

Dimerman prefiere los juegos cooperativos que fomentan el trabajo en equipo, “lo que significa que todos tienen que trabajar juntos para alcanzar un objetivo”, o “los juegos que se basan en el azar o la suerte, en lugar de la habilidad”, dice. “La razón obvia de esto es que la mayoría de los niños no pueden competir con el nivel de conocimiento o habilidad de un adulto hasta que son mucho mayores o han jugado un juego lo suficiente como para dominarlo. Entonces, jugar un juego que requiere pensamiento estratégico y planificación pone a los niños en una desventaja muy injusta. La única manera de equilibrar la situación es que una pareja de adulto y niño juegue contra otra pareja de adulto y niño, o que un niño más grande o un adolescente más competente y maduro haga equipo con el niño pequeño para jugar contra usted”.

Y, añade, no siempre deje que sus niños ganen y no los deje que hagan trampa.

“Esto da al niño la falsa sensación de que siempre puede ganar y no lo prepara para cuando le toque jugar con otro niño o con un adulto menos preocupado”, dice. “Si está jugando un juego con su niño y lo ve haciendo trampa, le animo a llamarle la atención y decirle que si lo vuelve a hacer, usted suspenderá el juego. Sin embargo, si otras personas están participando en el juego o si usted nota que el niño hace trampa con un amigo, es mejor ignorarlo. Más tarde, acérquese al niño en privado para hablar sobre lo que usted vio y sobre las consecuencias de los engaños en las relaciones, como la desconfianza”.

Por supuesto, tratar de que los niños no siempre ganen y no hagan trampa puede provocar lágrimas o berrinches porque no les gusta perder. Para manejar eso, dice Dimerman, use sus habilidades usuales para resolver crisis.

“Animo a los padres a reconocer y validar los sentimientos de sus niños diciendo algo como: ‘Sé que es molesto y frustrante perder un juego, es normal sentirse así’”, dice. “Les incito a no decir cosas como: ‘No seas un mal perdedor, habrá muchas otras oportunidades de ganar’ o ‘No te sientas mal, vamos a tomar un helado para que te sientas mejor’. El mejor enfoque es dejar que el niño experimente sus emociones y reconocer la validez de estas sin prestarles demasiada atención. Además, asegúrese de modelar las reacciones apropiadas ante no ser el primero o no ganar todo el tiempo. Si el niño le escucha decir cosas como, ‘Bueno, puede que no haya ganado, pero seguro que me divertí’, después de haber jugado un juego juntos, aprenderá de su buen ejemplo”.

Además de los juegos de mesa, los deportes son excelentes para enseñar a los niños a ganar, perder y desarrollar una nueva habilidad, dice Matt Albert, autor de An Educated Guess (Una conjetura fundamentada) y director ejecutivo del Center for Reflective Communities, una organización dedicada a brindar a los padres oportunidades de reflexión que mejoren el apego con sus niños.

Albert también entrena al equipo de béisbol de su hijo y ayuda a los niños cuando los ponchan o cuando cometen los errores que inevitablemente forman parte del juego.

“A muchos los ponchan, es parte del béisbol, y algunos niños se desmoronan cuando no tienen éxito”, dice. “El deporte es el microcosmos perfecto para este tipo de aprendizaje. En el béisbol, generalmente el que falla 7 de cada 10 veces, va al Salón de la Fama. Si un jugador tiene un promedio de bateo de 300, es uno de los mejores, pero eso también implica que ha habido muchos fracasos. A veces los demás acaban por derrotarnos, es ineludible”.

En los deportes, Albert anima a los padres a trabajar con el niño para que se sienta alentado y piense que tiene oportunidad de ganar.

Por ejemplo, si usted juega a las carreras con un niño de 5 años, puede reducir un poco la velocidad para que el niño tenga la oportunidad de ganar, pero no tanto que el niño gane.

“Dejar que los niños ganen una y otra vez sencillamente no es bueno para ellos, pues comienza a crear un sentido inflado del ego y a desarrollar una dependencia en la motivación externa”, dice. “Un niño de 5 años sabe que usted es más rápido que él, así que si usted disminuye la velocidad y lo deja ganar, el sabrá que en realidad no ganó. Así que corra más despacio para que no sea una gran derrota, pues no se trata de desmoralizar al niño una y otra vez, pero tropiece de vez en cuando para demostrarle que a veces él puede ganar”.

Albert dice que los niños más grandes, por ejemplo, de 13 años, son capaces de derrotarle a usted en muchos juegos por cuenta propia. Pero si el niño no logra tener éxito, “confróntelo y pregúntele: ‘¿Qué puedes hacer mejor, qué te salió mal, cuánto te preparaste, a quién le pediste ayuda?’”.

Incluso si un niño falla todo el tiempo en algún deporte o juego, siempre hay oportunidades de alcanzar victorias y pequeñas mejoras que se pueden hacer, dice Albert.

“Y cuando se obtengan pequeños éxitos, celébrenlos”, añade. “A algunos niños siempre los ponchan al inicio de la temporada; pero es genial si llegan al final de la temporada y pueden batear un foul, incluso si aún los ponchan. Usted les puede decir: ‘Recuerda cuando comenzaste y mira cuánto has avanzado hasta ahora’”.

Albert también dice que los cuidadores nunca deben dejar que los niños hagan trampa.

“Todos los niños hacen un poco de trampa, dicen mentirillas y manipulan los límites; eso es totalmente normal. Yo les digo a los padres que confronten al niño y le digan: ‘¿Qué clase de persona quieres ser?’”, dice. “Si el niño gana haciendo trampa, sabrá que en realidad no ganó”.

Además, asegúrese de que haya lecciones importantes sobre perder, para que esto no se convierta en algo tan aterrador que el niño quiera hacer trampa.

“Cada bache en el camino es una oportunidad para descubrir qué salió mal y cómo corregirlo”, dice. “Nada de esto es fácil; es difícil ver a su niño molesto, pero una solución rápida a corto plazo podría generarle efectos dañinos a largo plazo”.

*Recurso disponible solo en inglés.