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Cómo criar a un niño: Emma Brown explica cómo enseñar a los niños a combatir la misoginia y los estereotipos a través de la amabilidad

Padre e hijo afroestadounidenses tomados de la mano
Un padre y su hijo se dan la mano. | digitalskillet/Getty Images/iStockphoto
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Emma Brown tiene mucha experiencia con niños. Solía trabajar como maestra de matemáticas en Alaska, y ahora tiene dos niños: una de seis años y uno de tres.

Fue durante su licencia por maternidad que comenzó a darse cuenta de que tenía muchas preguntas sobre cómo criar a un varoncito. El movimiento #MeToo apenas comenzaba, y ella quería que su hijo aprendiera las lecciones correctas sobre el consentimiento. Comenzó a investigar y se encontró con preguntas más complejas que muchos padres tienen sobre temas como la masculinidad hoy en día, cómo hablar con los muchachos de sexo, pornografía y agresión sexual, y cómo pueden los varones expresar sus emociones a sus amigos.

Sus preguntas sobre cómo criar a su hijo la llevaron a escribir To Raise A Boy: Classrooms, Locker Rooms, Bedrooms, and the Hidden Struggles of American Boyhood (Criar a un muchacho: aulas, vestidores, dormitorios y las luchas ocultas de la infancia de los varones estadounidenses). Lo que aprendió es valioso para todos los padres de familia, ya sea que tengan hijos, hijas o ambos.

Además de ser escritora, Brown es reportera de investigación del Washington Post. Comenzó escribiendo obituarios para el periódico, cubrió temas de educación local y nacional de 2011 a 2017, y fue la reportera que reveló la historia de las acusaciones de Christine Blasey Ford contra el candidato a la Corte Suprema Brett Kavanaugh.

También es amiga mía: nos conocimos en la escuela de periodismo de la Universidad de California en Berkeley.

Pude hacerle algunas preguntas sobre el libro. Estos fueron sus comentarios.

Emma, ¿por qué decidiste escribir este libro?
Emma Brown: Cuando mi hijo tenía 6 semanas de nacido, salieron los artículos sobre Harvey Weinstein. Yo estaba en casa cuidándolo, revisando mi teléfono y leyendo todo aquello. Me obligó a pensar en cómo criar a mi hijo para que fuera diferente, así que comencé a hablar con cientos de muchachos, así como con padres, maestros e investigadores. Mi pregunta inicial se fue ampliando: “Debemos pensar en los varones de otra manera, pero ¿cómo?”. Conocía muy bien los desafíos que enfrentan las niñas, pero nunca pensé en los que enfrentan los niños. Fue muy revelador para mí darme cuenta de que los varones enfrentan sus propios problemas realmente serios de los que todos debemos preocuparnos y ayudar a abordar.

¿Cuáles son algunos de esos desafíos?
EB: A los muchachos se les dice desde que son muy pequeños que eviten a toda costa parecerse a una niña o parecer homosexuales. Y eso puede ser de formas muy superficiales como “no te puede gustar el rosado” hasta cosas más grandes como “no muestres tus emociones, sé fuerte”. Y al crecer, eso les dificulta mantener amistades cercanas, las cuales todos necesitamos. Lo podemos notar en las diferencias realmente impresionantes entre los problemas de salud mental de los hombres y las mujeres, donde los hombres tienen casi cuatro veces más probabilidades de morir por suicidio. Esa es una cifra asombrosa que refleja las formas en que les dificultamos a los varones que se expresen cuando necesitan ayuda.

Otra es que nos referimos a los varones como los responsables de la violencia sexual, pero hay muchos más niños de lo que nos imaginamos que también son víctimas. A veces nos enteramos a través de escándalos de hombres mayores que se aprovechan de muchachos, pero también sus propios compañeros lo hacen. No hablamos mucho sobre eso, en parte porque los muchachos usualmente sienten mucha vergüenza de contarle a alguien lo que les sucedió. Pero también es por la forma en que los adultos vemos a los niños. A veces decimos “son cosas de muchachos” para excusar el mal comportamiento de los varones, pero también lo hacemos para restar importancia a la violencia que ellos experimentan. Tenemos que dotar a los niños del mismo lenguaje que reciben las niñas y para proteger sus cuerpos.

Un tercer desafío es que hablé con muchos muchachos que están conscientes de las nuevas responsabilidades en torno al acoso y la violencia sexual, pero que tienen muchas preguntas sin respuesta sobre cómo tener relaciones íntimas sanas. La educación sexual se ha evaporado de las escuelas, por lo que no hay orientación sobre el consentimiento sano ni en la escuela ni en el hogar. Eso significa que, para muchos muchachos, la pornografía termina siendo una guía, pero mucho de ese contenido no es consensuado ni respetuoso, por lo que no les estamos dando la orientación que necesitan más allá de lo que encuentran en línea. Los estamos predisponiendo al fracaso.

La parte del libro que habla de la violencia sexual, donde los varones incurrían en actos sexuales violentos entre ellos como novatadas o formas de intimidación, fue sumamente impactante para mí.
EB: Sí, uno de cada seis varones es víctima de agresión o abuso sexual antes de los 18 años, pero no escuchamos mucho al respecto. Esperamos que los muchachos se lo aguanten. Como adultos, suponemos que no son tan vulnerables, lo cual fue revelador para mí como madre de un niño de 3 años. Él es completamente vulnerable; sus emociones son evidentes. Pero tengo que recordar que no importa cuán grande y fuerte se haga, esa pequeña parte vulnerable siempre estará ahí.

¿Hubo algo que aprendiste que cambió directamente la forma en que crías a tus niños?
EB: Ahora hablo sobre el consentimiento con mi hijo de la misma forma deliberada en que lo hago con mi hija. Hay que comenzar desde que son bebés. Si dicen que no quieren que los toquen, hay que respetarlo, pero también hay que hablar de que sus cuerpos son suyos y de que nadie debe tocarlos sin su permiso.

También aprendí que los padres hablan menos con sus hijos sobre los sentimientos y las emociones, así que trato de hablar con mi hijo sobre cómo se siente, cómo me siento yo o incluso cómo se sienten los personajes de los libros.

Con mi hija, pienso que quizá la haya alejado de la feminidad para ayudarla a ser fuerte, así que ahora la estoy alentando a ser quien quiera ser. Cuando yo era niña, quería ser más como un varón. Pero de mi investigación para este libro aprendí que quiero que mis hijos tengan el mejor acceso a todo, desde lo que tradicionalmente se considera femenino, como el cuidado y la crianza, hasta lo que generalmente se considera masculino, como ser fuerte y ser líder. Así que he sido menos desdeñosa con lo que normalmente se considera femenino porque quiero que también tengan esos atributos.

En el libro doy un ejemplo de cuando mi hija tenía 2 años y estaba tratando de trepar por una red en un parque infantil. Le dije que dijera: “Soy fuerte y no le tengo miedo a nada”. Cuando escribí el libro, me di cuenta de que eso no es realmente lo que quiero inculcarles. Está bien tener miedo. Así que ahora les digo que sean fuertes y amables.

¿Tienes otros mensajes o enseñanzas para los padres de familia?
EB: Espero que todos podamos examinar nuestros propios estereotipos sobre lo que significa ser un niño o un hombre, porque eso impide que nuestros hijos se conviertan en quienes son. Como dice mi libro, en parte esto les toca a los padres, pero también a los sistemas de nuestra cultura. Los padres necesitan ayuda de las escuelas a las que asisten sus hijos, así como de entrenadores, equipos deportivos e instituciones religiosas. Podemos darles un hogar seguro donde pueden ser ellos mismos, pero también tienen que salir al mundo, que puede ser un lugar difícil para los varones si no encajan con las ideas tradicionales de cómo se supone que deben ser. Necesitamos ayuda de las instituciones que nos ayudan a criar a nuestros hijos para desafiar las ideas tradicionales y permitir que los niños sean quienes quieran ser.

Terminé el libro con mucha esperanza, porque encontré programas que desafían esas ideas. En muchos sentidos, eso ha sucedido con las niñas. Hemos desafiado las ideas anticuadas de lo que significa ser una niña. Algunos de estos esfuerzos ahora son liderados por muchachos que se reúnen para hablar sobre las presiones que enfrentan y los problemas del movimiento #MeToo, para averiguar qué significa el consentimiento cuando están bailando, cuál es la dinámica de poder cuando salen con una chica más joven. Hay muchos acontecimientos positivos que me dan esperanza.

¿Puedes dar ejemplos de libros, películas o programas que podrían ayudar a los padres de familia a desafiar estas ideas o que deberían evitar específicamente?
EB: En mi libro, uso la película The Notebook como ejemplo. Hay una escena en la que el personaje interpretado por Ryan Gosling básicamente obliga al personaje de Rachel McAdams a salir con él amenazándola con autolesionarse. Es increíble verla hoy en día. Y luego en Frozen II, me encantó que Kristoff suspira por Anna mientras ella anda en su aventura. Creo que en Frozen él le pregunta si puede besarla y ella dice que sí, que es ejemplo muy bueno de consentimiento.

Un distrito escolar de Ohio comenzó a hablar con los estudiantes de sexto grado sobre la pornografía para darles las herramientas necesarias para pensar críticamente en las formas en que los diferentes medios de comunicación nos bombardean constantemente con ideas sobre sexo y género. De hecho, usan esa escena de The Notebook como ejemplo. La pornografía es preocupante, pero hay muchos guiones que enseñan a los niños lo que significa ser hombre o mujer, no a través de descripciones gráficas, sino por lo que ven en el cine o la TV durante sus años de desarrollo. Cuando mis niños y yo estamos viendo algo y yo noto un estereotipo, trato de señalarlo y hablar al respecto para que no se les quede dando vuelta en la cabeza.

¿Qué otras cosas deben saber los padres?
EB: Mencionamos la necesidad de orientar a los muchachos sobre las relaciones íntimas y el sexo, lo cual puede ser incómodo para algunas personas, pero podemos darles herramientas a los jóvenes aun si no queremos tener esas conversaciones con ellos. Cuando era joven, tomé una clase de educación sexual de un año en la Iglesia Unitaria a la que asistía, así que aunque mis padres rara vez hablaban de sexo conmigo, aprendí mucho en esa clase. Algo así puede ayudar a los padres si no se sienten capaces de tener esas conversaciones.